sábado, 6 de febrero de 2010

EL ARTE DESAPARECE ¿LOS POLÍTICOS CUÁNDO?

-XXXV-

DIARIO DE LOROS

Y desde Nueva York el dirigente
es el gerente de la Pepsicola:

(que ése si se portó como un valiente:
se arrancó con su plata y con su cola.)

Instruye desde allá sus carcamales.
Pontifica EL MERCURIO cada día:
Nixon le dicta los editoriales.

Es un diario "chileno" ¡Mama mía!
¡Ay qué cinismo, qué melancolía
la de estos loros de pajarería!

PABLO NERUDA
Isla Negra, Enero de 1973

Ayer tomé las cosas de William Butler Yeats a la ligera. Pero hoy, vamos a considerarlas con un poco de gravedad, porque su pensamiento en IDEAS SOBRE EL BIEN Y EL MAL de 1975, en español, barruntan tormentas y se desquician los pensadores, como las aguas lo hacen en las ciudades que se anegan de barro, de muebles, de coches volteados, de la ciénega y de la mugre. Y de muertos.

Yeats afirma que las artes han fracasado, y asume el hecho de que es menos la gente que se interesa por ellas, en cada generación. Hoy sólo se interesan por vivir, de ganar dinero, de divertirse. ¿Dónde hemos visto estos panoramas, aparte de la sociedad del ocio mexicana, la que se esparce por todos los continentes y dice, alegremente: ¡Esto es vivir!.

El otro bloque complementario es el de los políticos y funcionarios de gobierno, en todos los niveles, tanto federales como estatales, en donde no fallan las profecías de Yeats: vivir a toda mater, hacerse rico de la noche a la mañana y de divertirse como cosacos, incluyendo ahora la hierba y las drogas.

Agregaba Yeats que hoy la gente admira los coches bonitos o"unos hermosos caballos" y cuando compran un libro actúan de la misma manera que con un cuadro y se olvidan pronto de él. Nosotros-dice-que nos interesamos profundamente por las artes, nos volvemos sacerdotes de una fe casi olvidada. Y si queremos ganarnos nuevamente a la gente, creo que debemos adoptar el método y el fervor de los místicos.

Es posible que nosotros, argumenta, veamos la perfección más que los demás, y para ello, se debe luchar por encontrar ese fervor entre los humanos, para tener otra visión, menos derrotista del mundo.

Y usa una frase que hoy no rememora nada: Debemos bautizar tanto como predicar.

Aquí Yeats entra al meollo de un primer asunto que sin duda alguna lo fustigó durante su vida terrena: las religiones. Y, para ello, hace varias disgresiones como ésta: de que los creadores de religiones basaron sus creencias, en el miedo a la muerte y en las esperanzas que el padre deposita en sus hijos, o en el amor del hombre y la mujer. Algo comprensible tratándose de humanos.

Incluso recogieron en sus ceremonias los ritos de las creencias más antiguas, ya que ese fervor ligado a una ideas religiosa, pudiera perecer o desaparecer la ceremonia antigua en sí, que según Yeats sería una pérdida irreparable.

Por lo cual sostiene nuestro autor que cada vez es menos gente capaz de la apreciación sobre todo, cuando en el pasado, iban al par las religiones y el arte. Marchaban con todas las cosas de la vida. Pero, en la actualidad, decimos que han crecido las distancias y se han vuelto altivas las religiones de todo el mundo, llevándolas hasta el fundamentalismo asesino, o la inquisición como locura de la iglesia católica apostólica y romana.

Refiriéndonos a las artes como fracaso, según Yeats, desde el espacio actual encabezan una serie de actividades de todos colores y sabores, en donde el pensamiento filosófico del término belleza casi desaparece. Sea danza, teatro, música; fluyen las ideas y arrasan con pasados de modas y se crean otras vanguardias, y así, de tumbo en tumbo, vamos soñando y haciendo lo soñado, con el beneplácito del público o los públicos que nos frecuentan, en su aburrimiento por causa nuestra.

Hemos avanzado pero también hemos retrocedido al no poner en práctica la humildad artística en contra del orgullo y la vanidad de los artistas contemporáneos, sobre todo los del cine y que encabezan las celebridades más exitosas pero no de la belleza, como estética y del arte, sino de la ganancia multimillonaria, por cada película que hacen, casi todas violentas, llenas de sangre y de sexo más atrabiliario, y donde el sentido del arte verdadero queda exento del film.

Pero donde no ha habido ningún éxito, desde hace más de diez décadas en México, es en la política en donde ni se bautiza ni se predica, como lo hacen las iglesias aferradas a costumbres de siglos o emperradas en acabar con el sentido místico de la humanidad. Porque las religiones pecan de todo, pero más de la violencia del verbo condenatorio, sobre toda en la rama de las cristianas, que debían ser más humildes, y más amorosas, y a favor de los pobres, como lo hizo la teología de la liberación, para colmar este artículo lleno de libertades bondadosas, por culpa del poeta Yeats.

Los políticos mexicanos, que son los que tienen que ver con la patria, han fracasado rotundamente. Son contados los que provocan simpatía y deseos de seguirlos para alcanzar otras metas, con cambios superiores, para el bienestar de los habitantes en lo general.

La lucha política de todos los tiempos que llevamos vivos han sido, de tal suerte, parte aguas incumplidos, salvo el del 68, donde se abrieron los nuevos espacios que nos han dado más libertades y un poco de justicia favorables para seguir en la creación de otros rumbos, para aminorar la enfermedad, el hambre, la desgracia e ir en contra de la estupidez política en todos sus balcones.

No hemos conocido político que le tenga, como el artista, amor a su arte porque, finalmente si la política es una ciencia, bien puede caber dentro del arte, como sinónimo de que se empeña por hacer las cosas mejores: pintar bien, cantar excelentemente, actuar como forma de llegar al espectador, al público, y como político hacer las cosas bien.

Nómbrenme a un político de esa estirpe, dentro de los partidos, que sea un fervoroso artista listo para la batalla en pos del bienestar humano, para quitarme el sombrero. Políticos que en lugar de orientar, desorientan; maestros de la política, que son simples ayudantes copiados de otros ayudantes; políticos que nos desaniman y decae nuestro ardor por esa ciencia, y que nos hacen indiferentes, incluso hasta para no votar.

Walt Whitman escribio con lo que terminamos este decaimiento de la naturaleza humana, en un sábado lleno de sol, y de gratitud hacia la vida, de que aún estamos aquí:

El discurso es para el orador, lo que la actuación para el actor y
la actriz, y no para el auditorio.
Y ningún hombre comprende ni la grandeza ni la bondad si no es la suya
propia, o un indicio de la propia.

Esto es: el artista (igual que el político) debe hacer su obra parte de su propio camino hacia la belleza (estética) y la verdad.

Pero lo que hace el político mexicano, sea priísta, panista, verde ecologista, perredista de los chuchos, y de otros partidos mediocres y pequeños que se empeñan en figurar, es lo contrario al buen sentido común, para que algún día, cuando se escriba de estas épocas, los historiadores los tomen en cuenta y digan, como se dijo de Pericles, conformó la era de oro de Grecia y el Partenón en Atenas.

DON RENATO PURAFACHA
Sábado 6 de Febrero del 2010

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