Piso la tierra del Anáhuac que es
la tierra de mis muertos.
Pues bien: como su nombre lo indica-y otros signos-
están muertos. No hablan.
Algunos, los recientes, con el mentón atado
todavía al último pañuelo.
Otros con la mandíbula intacta, calcio vuelto
a su existencia mineral que es muda.
Así pues, no me piden
que yo viva por ellos.
Que mire el mundo que no ven, que lleve
adelante un destino que no alcanzó a cumplirse.
Si necesito justificaciones
para estar, para hacer
y, sobre todo, para no borrarme
(que sería lo lógico siguiendo las premisas)
habrá que conseguirlas de otro modo.
¿Con los vivientes, que me dan la espalda,
que no me ven pero que si me vieran
sería con el rechazo del que sabe
que, por ley natural, a menos cuerpos
mayor espacio y aire y esperanza?
¿Con los que llegan ya con la granada lista
para hacerla explotar, entre sus manos?
¿Con los que ven en mi el estorbo, la ruina,
el esperpento
que hay que destruir para construir de nuevo?
No. La respuesta no han
de darla únicamente los humanos.
Quizá hacer una obra...
¿Obra? ¿Cambiar la faz de la naturaleza?
¿Añadir algún libro a las listas bibliográficas?
¿Hacer variar el rumbo de la historia?
Pero si éste es asunto-otra vez-de hombres
y del tiempo medido al modo de los hombres
y según los criterios
con lo que ellos aceptan o rechazan.
¿Entonces, qué? ¿Dios?Su mandato?
Es demasiado tarde para inventar ahora
o para regresar a la infancia dorada.
Acepta nada más los hechos: has venido
y es igual que te hubieras quedado o que si nunca
te hubieras ido. Igual. Para ti. Para todos.
Superflua aquí. Superflua allá. Superflua
exactamente igual a cada uno
de los que ves y de los que no ves.
Ninguno es necesario
ni aun para ti, que por definición
eres menesterosa.
ROSARIO CASTELLANOS. México.
-Bienvenida a MEMORIAS DEL PORVENIR-
He visto varios programas de televisión, especialmente el canal 40 del Congreso de la Unión. He estado presente en una gran cantidad de sucesos conferenciales, de hechos discursivos. No he faltado a los mensajes, en mítines, de muchos grupos, algunos solidarios con la pautas democráticas y otros, de personas y personeros, que abundan en este valle de lágrinas mexicanas.
He descubierto, a lo largo de muchísimos años, que siempre se invitan a los afines al discurso oficial, para no desentonar con el auditorio, también cautivo y conformado, en variadísimas ocasiones, por burócratas que los sacan de sus trabajos para atender la inoportuna visión del funcionario que hable.
Y en casi todas las reuniones a las que he asistido en el pasado, como reportero de las fuentes, y en el presente, los he descubierto y por eso los señalo como hipócritas. La última que vi fue una de senadores, y en todos los casos y puntos vertidos a sus pares, eran palabrería hueca, sin sentido profundo y menos humano, como que estaban en la tribuna sólo para complacerse a sí mismos, e inclusive como senadoras néofitas, que tartamudeaban o se equivocaban con frecuencia. Y también con maestros que manejan el lenguaje como si manejaran un auto, con una mano. Hasta ese grado.
En la sala, de acuerdo con el paneo de las cámaras, se ven a los legisladores parlachines, a los grupos que parlotean, a dos o tres frente a las pantallas de sus internetes, otros durmiendo, o haciendo mil cosas, sin atender el discurso que se da y que, debería, de acuerdo con la protesta de su responsabilidad como legisladores, para encontrar los huecos o el caminito de la escuela, que les permita legislar a los legisladores "que no legislan", sino en provecho y cumplimiento de las órdenes de su patrón, el presidente en turno; o los líderes que buscan llegar a ser precandidatos presidenciales; o de grupos oligárquicos a través de sus abogados, para afianzar las intentonas benéficas para sus patrones y sus empresas.
¿Cómo les llamaríamos a estos señores? ¿Hipócritas? ¿Irresponsables? ¿Incumplidos en sus trabajos legislativos?¿O simplemente hueseros? Quiero dar a entender con este término que como el perro, en busca de un hueso que roer, nuestros prístinos y pansecos, y de otros partidazos a medias o de pequeña investidura, que sólo los ha llevado a la cámara alta el jugoso sueldo, y una serie de prebendas que, no los harán millonarios, pero que saldrán, después de seis años, echando lumbre y vistiendo a la moda, con automóvil caro y de última rodada.
Un compañero periodista, de quien hablaré en este mismo artículo, me dijo una vez:
-Esos cabrones son mentiras e hipocritones.
¿Nos asiste la razón para llamarlos de esa manera porque de acuerdo con sus hechos en la historia legislativa no le han cumplido al pueblo, solo a los gobernantes, como senadores y los diputados a sus grupos o al presidente ilegítimo que gobierna de una manera exaltada y
exabrupta?. Y al pueblo, ¿cuándo? Pues nunca, amigos y amigas, porque no lo representan, y por lo tanto se convierten en enemigos de sus prójimos, y por eso, periodistas, escritores y pueblos unidos, tiene esos conceptos contra los legisladores.
Si estos desventurados los escucharan se morirían de vergüenza. Y no se dicen en el D.F., sino en todas las provincias de México, donde hay cáos, y hay muertes, y el hambre ya azota y el campo ya no les funciona; en las fábricas y en las industrias; en los hospitales del ISSSTE y del IMSS; inclusive los hemos oído en las salas cinematográficas.
Es el lenguaje coloquial del mexicano en su máxima potencia que se desborda por la ineficacia, torpeza y corrupción de los políticos, que se ubican a la mexicana, como podrían ser a la americana, ala española, a la inglesa, a la alemana, porque donde quiera se cuecen habas.
Salvo las excepciones, que también pasan por las tijeras del pueblo, uno, como mexicano, quisiera oírlos hablar sin hipocresías y sin mentiras. Pero sabemos que es utópico el asunto, como la democracia que se predica en México y que sólo es un remedo de algo que se dice ser "democracia", como si fuera una señora que, en la calle se vende por favores sexuales, sin importarle el físico de su cliente, sino la lana que es, lo que les importa a nuestros "circunspectos" legisladores, también.
Y estamos a un paso de la primavera y de las retirada de este invierno que, como nunca lo habíamos visto, es aguatoso, friolento, lleno de lodo, y de ganas de no salir a ningún lado, sino el de seguir sentados en la silla, frente a la máquina, para escribir, escribir y escribir. No podemos desojar el "te quiero" porque el equinoccio no ha llegado, ni tampoco, como Raúl E. Puga, periodista de cañón de largo alcance, como lo cita Almazán, y que fue director-fundador del Diario de la Tarde, que pertenecía a la empresa NOVEDADES, en donde trabajé, hoy ambos diarios desaparecidos, nuestro amigo citaba frecuentemente a Rubén Darío con su poema PRIMAVERAL, porque le tenía un gran cariño o fue un gran cariño lo que lo indujo a quererlo.
-¡Oh amada mía! Es el dulce tiempo de la primavera...
...No quiero el vino de Maxos
ni el ánfora de ansas bellas
ni la copa donde Cipria
al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
sólo en tu boca bermeja
¡Oh amada mía! en el dulce
tiempo de la primavera.
Con el maestro Puga me unió la poesía y también el teatro, éste último de pasada y fueron sólo unas veces. Estaba por estrenar una obra, forjada con la poesía de Renato Leduc, mi gran maestro, y como lo hacía en el teatro Guerra, una vieja sala de los jesuitas en la colonia San Rafaél, y nadie la conocía, era urgente la publicidad periodística. Raúl me echó la mano y todo salió a pedir de boca, como se decía en antigualla.
El murió en 1979, y antes de su deceso, me habló de un libro que estaba escribiendo y que le pondría el título de VUELAMÁQUINAS, que yo pensaba perdido y del que iba a hablar en este número. Pero me ganó más el ansia de novillero, para cortar oreja y rabo, de los peliagudos cornúpetas, zainos, del México que no quremos, y sólo, para no desperdiciar el final, le damos el tiempo de una corrida en toda forma, que sin querer salió afortunada, con también orejas.
Dice el amigo Puga: Quizás las actuales, las de los últimos años de este siglo, no comulguen ya con las líneas estéticas trazadas por Rubén Darío, pero seguramente una incidental lectura de Primaveral les traerá la nostalgia del "aliento fecundo de la madre tierra, con el alma de los cálices y el aroma de las yerbas"...Una noción elemental de la Naturaleza que surge y se manifiesta en su renovación gloriosa y vital cuando empieza el equinoccio de marzo...Pero la primavera en la ciudad de México está reservada a unos cuantos privilegiados, a los que viven en las zonas elegantes y son felices poseedores de un jardín. Lugares en que se abren las rosas y florecen las jacarandas. Ahí la primavera tiene algún sentido. Junto al estanque el dueño del jardín bebe whisky con soda (en lugar del vino de Naxos del que habla el poeta) y puede tener cerca de él a una mujer hermosa que complete el idílico escenario que conviene a la estación grata a la diosa Citeres...
-Para el proletariado queda el recurso de la minúscula primavera concentrada en los espacios verdes que aun subsisten en la inmensa urbe. Primavera que pueden gozar, en cierta proporción , quienes se detienen un momento en la Alameda; los que cruzan, aminorando el paso, por el parque hundido de Insurgentes, o aquellos que deciden emplear horas enteras para realizar el pavoroso viaje urbano a Chapultepec...
En otra ocasión haremos un ejercicio más profundo del libro de Raúl, cuyos sentimientos poéticos, lo columbraron durante tantos años, mientras dirigía desde su cubículo, el Diario de la Tarde, uno de los vespertinos con renombre y sobre todo, con buenos reporteros, que iban a la caza de la nota o se empeñaban en embellecer la crónica de música, de teatro, de ballet o, escribir sobre la nota roja policíaca, que nunca pasó de ser simple, en referencia a LA PRENSA, que sobre ella bordaba la primera plana, con indicativos de sangre y asesinatos,y rostros de la muerte.
Su amigo
DON RENATO PURAFACHA
Jueves 18 de Febrero del 2010
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