martes, 16 de febrero de 2010

PORQUE SON TAN BRUTOS LOS FUNCIONARIOS, ¿O SE HACEN?

En plática con unos amigos, en el café de la esquina, salio la controversia de la brutalidad de los brutos, hasta concentrarse en una pregunta, que podría ser una perogrullada, porque son funcionarios con títulos: médicos, abogados, que son los que más abundan, ingenieros, arquitectos, psiquiatras, etc., y que por lo tanto, tienen los conocimientos suficientes para comportarse de otra manera.

Pero no es así, en los trayectos con el PRI-setenta y un años-y el PAN, con nueve por delante y restándole tres años, palmariamente nunca respondieron a la pregunta, que quedó en el aire. Después de despedirnos, pensé que como tal, era vigente para todos los mexicanos y se las hago ahora: ¿Por qué son tan brutos los funcionarios? ¿O se hacen?.

Es hasta correcto pensar que los que no tienen estudios, que apenas cursaron tres o cuatro años de primaria, o la terminaron a regañadientes, o en pequeña escala los que aprovecharon la secundaria, y contados los que lograron llegar a la prepa, es posible que se equivoquen y que el calificativo de bruto esté presente:

-¡Ah, como eres bruto, Nicanor!.

Pero de ese medio semiestudiado o lindando en lo analfabeta, a altura de los funcionarios, de primer, segundo o tercer nivel, y usamos niveles como la escalera, porque al mismo tiempo sirve para que se resbalen o los resbalen y se vayan al bote de la basura, perdiendo su chamba y tardando años para colocarse otra vez. Un ejemplo, ¿quién había oído hablar del Negro Durazo, el jefe de la policía, en tiempos de José López Portillo?¿Nadie? ¿Pocos?. Pero una vez hecho presidente Portillo y Pacheco fue destapado el Negro, para alcanzar la cúspide en su carrera de bruto, y por decreto del presidente, general de división?.

Fue o no una brutalidad de López Portillo ese exabrupto que le costó se malquistara a los generales de carrera. Y el Negro, que bien lo conocimos, llegó a los máximos límites de la ignominia, de la criminalidad y sobre todo, del robo a la Nación, que le permitió construir un edificio semejante al Partenón de Grecia, sólo para el disfrute de su gusto y de su mentecatés. Ese edificio se encuentra ubicado en Zihuatanejo, y no se si ya le dieron el uso debido y correcto, transformándolo en museo o en un centro cultural para la zona, según se habló en una época.

Infeliz época aquella, en donde también destacó la señora Carmen Romano de López Portillo, con la famosa Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, dirigida por el maestro Fernando Lozano, a quien le atribuyeron tantas cosas como de habladurías, cuando hay consensos de los chismosos. Una millonada de los pesos mexicanos de ese entonces se derramaron en las giras al extranjero para que calibraran los públicos, sobre todo europeos, que en México también se contaba con una orquesta de grueso calibre. ¿Dónde está la orquesta? ¿En que cajón del siguiente sexenio quedó encerrada? ¿Qué pasó con todos aquellos músicos, muchos de línea, de primera, que vinieron del extranjero a trabajar bajo la batuta de Lozano?

Nunca se supo cuantos millones costó ese jueguito de doña Carmen.

Y si empiezan a rascarle van a encontrar gran cantidad de jueguitos de esa naturaleza que vaciaron las arcas del erario, sexenalmente. Algunas cosas fueron buenas, no hay que negarlo. Por ejemplo, esa orquesta, de haberla concebido en otros términos, estaría hoy funcionando y dándole al país las galas de la cultura y del arte. O en los tiempos de Echeverría Alvarez, cuando abrió las puertas a los directores jóvenes que hicieron y deshicieron el cine nuevo de México, estando al frente del Banco Cinematográfico el hermano del presidente, Rodolfo Echeverría Alvarez, que en sus mocedades había sido el actor Rodolfo Landa. Y lo peor de toda la brutalidad de ese sexenio fue haber puesto en RTC, que controlaba las industrias de la radio, la televisión y el cine, a la hermana del presidente, Margarita López Portillo. Fue un desastre, sobre todo en el cine que llegó a tal grado su degradación que sólo se producían películas de ficheras y desnudos totales para el deleite de los mexicanitos, que veían esos bodrios.

¿Quiénes fueron más obtusos: Portillo, el negro Durazo, doña Carmen o Margarita? Sobre todo tratándose de un presidente forjado en la cultura, la literatura, la abogacía, y de esta última profesión, hasta escribió libros de texto para la Universidad Autónoma de México. El padre del presidente fue un riguroso escritor de elevados alcances, con sus novelas de principios del siglo pasado, y además pariente de un gobernador.

Un caso más reciente es la del doctorcito José Ángel Córdova Villalobos, que es parte del gabinetazo chafa de FCH, y su famoso A/H1N1, que a estas alturas se habla de un gran fraude farmaceútico, por causa de las vacunas que no estuvieron debidamente investigadas, y que con su aplicación causan serios problemas al paciente. Y tenemos los pelos en la mano porque a un amigo nuestro que se la puso, advirtiéndole que no lo hiciera, hasta el hospital lo llevaron, por las consecuencias de la mencionada vacuna

Hoy, la brutalidad de los brutos, es tanta, que no solamente desquician al gobierno en sí, sino al país y lo llevan de crisis en crisis, en todos los órdenes, que no se sabe cuál es la preferente, si la política, la económica, la social; si la creación de empleos, o el debilitamiento económico de la mayoría de las clases, o la educación, o la ciencia y la cultura, o la industria energética, y su venta al extranjero. Hay tantos problemas y tan pocas soluciones que desde el extranjero le dicen ya a México, país fallido, que en términos de la estructura de esta columna sería lo bruto del manejo del país.

Aunque el gobierno diga que no se equivoca. Que todo anda bien. Que el país flota sí, pero como globo a medio desinflar para que su caída siga siendo aparatosa y más sangrienta, de lo que es ahora.

Dejo muchas cosas en el tintero, como se decía ayer, para traer a esta piñata de males y contradicciones, uno de los pasajes de LA VIDA INÚTIL DE PITO PÉREZ, que no se escribieron en la novela de José Rubén Romero, y que cuadra perfectamente con el michoacano, de nacimiento, que gobierna hoy:

-En un pueblo de Michoacán en donde vivió Pito Pérez, en uno de esos pueblos que ahora disfrutan de todos los adelantos modernos: su líder, su banco, su pistolero, su sinfonola, su campo de futbol y su cine (los viejos como yo lloramos por la supresión de las serenatas) había un presidente municipal medio lelo (o bruto, como quieran), con humos de gracioso, aficionado a las chanzas y a divertirse a costa de los pacíficos habitantes del villorrio.

Mitad para gozar del chiste, mitad para ver si conseguía que Pito Pérez dejara el vino y la vida de filosófica vagancia, el presidente municipal concertó con el jefe del destacamento darle un susto a Pito, simulando que lo iban a fusilar. Una escolta aprehendió a mi amigo cuando ya llevaba ingeridas veinte copas de charanda, en un tendajón del barrio, entre decires, relatos y reseñas de aventuras que nunca le habían acontecido, pero ya se sabe que el alcohol es una magnífica aguja para bordar mentiras la tela de las conversaciones.

La escolta condujo a Pito Pérez al cementerio, en donde ya lo esperaban, constituídos en alto tribunal, el síndico, el comandante de la guarnición y el presidente municipal, quien, simulando una gran pena por tener que llegar a esos extremos, dizque en cumplimiento de las instrucciones que había recibido, expresó a Pito Pérez su más sentida condolencia:

-Ignoro el crimen que haya cometido, amigo Pérez, pero el SUPREMO GOBIERNO-que no se equivoca nunca-nos ordena pasarlo por las armas sumarísimamente. Así es que prepárese usted a morir y pida una última gracia.

La noticia no fue bastante para que Pito Pérez se le cortara la borrachera y su reacción inmediata fue la de echarse a llorar, clamando desconsoladamente:

-¿Y qué traición a la patria he cometido que amerite mi cese de este mundo?¿Qué verdad he dicho que no convenga al GOBIERNO? ¿A qué ALTO FUNCIONARIO he censurado? ¿En qué fraude, o en qué sucio negocio he intervenido? Quiero saber qué ley marcial me pena por andar con los zapatos rotos, pues este es mi único delito, y el de repartir ironías equitativamente entre mis amigos y mis enemigos. Nuestra constitución es generosa. No tengo qué comer, pero el código me protege para que nadie me obligue a comer. Si me quieren hacer trabajar pediré amparo y la consecuencia del amparo es la suspensión del acto reclamado. Luego tengo derecho a quedarme sin trabajar, en beneficio de quien más afición tenga al trabajo.

-Repórtese usted, Pito Pérez, y ni en la hora de su muerte se atreva a opinar en contra del SUPREMO GOBIERNO-que no se equivoca nunca-porque todo el rigor de la ley caerá sobre su cabeza. Además, pondría usted en peligro la salvación de su alma.

-¿Pero no dice usted que me van a fusilar? Entonces, ¿qué me importa el rigor de la ley y qué ley me puede alcanzar después de la muerte? Sentado en la eternidad, me reiré del SUPREMO GOBIERNO-que no se equivoca nunca-y de la esencia divina de todos los mandatarios. ¡Necios! ¡Qué dieran todos ellos por tener el espíritu del coñac, que se sube, pero que no hace daño a nadie!.

Y Pito Pérez lloraba a más no poder delante de aquel falso jurado, cuyos miembros cerníanse de risa al oír los discursos de su víctima y al mirarla sufrir hasta el lindero del desmayo.

DON RENATO PURAFACHA
Martes 16 de Febrero del 2010

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