martes, 26 de enero de 2010

HAY QUE ACABAR CON MEXICO: FCH

-XXIV-

L.E.R.

El furioso que agache su estatura
bajo la luna, en la pampa de plata
Patria, que Recabarren transfigura,

enseñando verdades y caminos
que ayer se abrieron en la tierra oscura
y hoy son la condición de su destino.

PABLO NERUDA
Isla Negra, Enero de 1973

Hace algunos años, durante una serie de conferencias pronunciadas en el Centro Cultural José Martí, ubicado entre la Alameda central y el metro Hidalgo decía que Pedro Páramo acabó con la Media Luna y Comala, como Vicente Fox Quesada estaba acabando con México. Hoy recapitulo y digo: el chato Fox se quedó corto y quien sí está acabando con México es FCH, el pelele.

Y tengo puntos de apoyo para sostener lo anterior por varias razones, pero la principal: que a tres años de gobierno y algunos meses flotantes, el país anda de cabeza, no hay dinero, salvo para la burocracia de lujo, mientras el pueblo se muere de hambre y tampoco hay trabajo, porque al señor de los pinoles, no le interesa la creación de empleos, aunque se haya dicho el Presidente del Empleo. Pero eso sí, que la venta del país prospera, sobre todo si los dueños son las trasnacionales españolas y gringas.

Tampoco a los ricos ricos que en México tenemos, salvo uno que otro le interesa el empleo para que, desde el punto de vista periodístico, su nombre siga en la línea como un telefonazo a larga distancia, y con el cobro elevado, como lo ordeña su principal empresa, Teléfonos de México.

Pedro, de acuerdo con la tradición judeo-cristiana recibió el título de piedra, en la cual se edificaría algo así como una asamblea, que para la mayoría de los eruditos fue una interpolación en el siglo tercero, para enfatizar el designio de que ese apóstol, el menos capacitado para conducir una organización de tales ribetes, se concretara a ser el actor principal de la gran comedia cristiana, y que sobre su apostolado creciera hasta el presente, ese gran negocio religioso que es la iglesia católica apostólica y romana.

Por lo tanto la interpretación que le dieron al nombre, desfilaron también los eruditos mexicanos y el patronímico, fue el de piedras, y para seguir con el de su apellido significaba que su "vida está más seca que un desierto, paramera llena de alimañas y cactus, desolación por el odio y el crimen", porque tal fue la vida de Pedro y la de su hijo Miguel.

Pero Pedro Páramo-nos dice el maestro en Letras, Alfonso Castro Pallares-no tiene toda la culpa: él no hace otra cosa que cargar una herencia maldita que nunca supo arrojar y que tampoco sabe heredar. De ahí el peso de su nombre y de su apellido: aridez de piedra, maldición de muerte.

La continuidad mexicana, esto es, Felipillo, o Jeli-pillo, que no quiso heredarlo su antecesor, porque no era su hijo obediente, ni su candidato a la sucesión, le impidió a las primeras escaramuzas políticas, hacerlo a un lado, pero no acabarlo, dado que su enemigo mortal era Andrés Manuel López Obrador. A Andrés Manuel si cabía su destrucción a través de su odio, odio perverso e insensato, que nos provocaba sonrisas, risas y hasta carcajadas, por la forma tan estúpida de sus procesos, para eliminarlo como candidato y después, cuando hizo triunfar al "hijo desobediente", que era el Jeli-pillo, con la ayuda de los Hildebrando, las televisoras de los Ricardo Salinas Pliego y los Emilio Azcárraga Jean, y toda la oligarquía que, por primera vez, tembló ante los hechos que, si se hubieran contado con autoridades no mariguanas ni sujetas a su destino traicionero, hoy México sería diferente.

El inicio de la destrucción de México estaba dado: era su destino si tomamos en cuenta que Vicente Fox puso a su Pedro Páramo para que se cumpliera la profecía panista de acabar con la Patria. Pedro Páramo no tiene identificación física, Calderón sí.Después de leer las partes alusivas a su personalidad, cada quién puede imaginarlo como quiera. A Calderón siempre lo veremos como lo retrató su dirigente: chaparro y de lentes. Páramo tuvo bigotes, Calderón no. Y quizás en lo que coincidan es en la energía del macho mexicano y el orgullo del poder.

Pedro era arbitrario y convenenciero, canalla y cínico: ¿hasta dónde tiene esas cualidades de carácter el presidente espurio?.

El maestro Castro Pallares sostiene que Rulfo tampoco recurrió al análisis psicológico. Juan Rulfo proyecta a su personaje a través de la técnica fragmentarista. Todo comienza con la muerte accidental de su padre, don Lucas. Este primer Páramo deja deudas impagables. Su vida no fue sino una dilapidación de sus dineros. Todo lo agotó, todo lo despilfarró; vendió hasta la última vaca y el último ternero.

A veces hace uno sus conjeturas y se piensa así: ¿por qué Calderón Hinojosa estudio leyes en la Escuela Libre de Derecho y no en la UNAM, que ha sido el sueño de todo estudiante, en una época en que los hijos de los obreros y campesinos y después la pequeña burguesía, eran sus miembros privilegiados?.

Don Lucas es la herencia maldita que Pedro hereda: lacras y deudas y con el parangón que llevamos, ¿cuál fué la herencia de Fox hacia su hijo desobediente? Pues deudas y lacras, éstas últimas producto de su unión conscientemente constituída con el PRI, su mejor maestro en la corrupción y la sevicia.

¿La Media Luna y Comala es México? Primero, veámoslo como un lugar crepuscular, ni luz ni oscuridad, ya en la vejez de Pedro. Es un escenario mudo de todos los desmanes del poder. Igual que en los tiempos del PRI y ahora con el PAN.Es un lugar donde se escucha solamente el silencio y el galopar fantasmagórico del caballo de Miguel; y allá, en el fondo, los murmullos de los muertos.¿Hay similitud con México? Por supuesto, se desmorona ahora como le sucede a esaparte del país antes de la muerte de Pedro Páramo, y como hoy a México con el toque final a la roca para que se desmorone. Las razones: en México corre un río rojo de odios y rencores; abundantes en venganzas y en desquites infinitos. No hay paz porque hay guerra entre sí y contra sus gobernantes, los del turno actual, sin olvidar a los antecesores.

Pero sobre todo, los presidentes y la gran mayoría de los gobernantes se creen pequeños dioses y como tales, son despiadados con la gente como sucedía con Miguel, el hijo, a "quién nadie se le resistía", sobre todo las mujeres.

El padre Rentería es, como sucede hoy, un sacerdote débil y como nos dice el maestro Castro Pallares, "sumiso a la voz del amo (Pedro Páramo), y hombre de rencores humanos. Su nombre nos suena como una ironía, semejante al hombre pobre que se vende por un poco de dinero, poque tiene una "renta" asegurada si obedece al amo (Pedro Páramo), dejando, quizás no por maldad sino por debilidad, el cuidado de su rebaño"

Tantas semejanzas me hacen pensar que el cacique de la Media Luna dejó morir a Comala, que sería hoy México, porque el pueblo no supo respetar el duelo de Pedro Páramo a la muerte de su gran amor, Susana San Juan que es el eje al cual gira toda la trama de la novela de Juan Rulfo. Y como lo han dicho y repetido demasiado investigadores de que Pedro era "hombre duro, despiadado, asesino", pero que giró en torno a esa misteriosa mujer llamada Susana San Juan.

Para Alfonso Castro Pallares "Susana es la mujer clave, la que construye y destruye una vida y todos los ideales de un hombre. Es la siempre soñada y añorada; la nunca aborrecida. La cuerda y la loca; la enigmática y la niña desnuda en el río; la casada con un vivo y la esposa de un muerto; la sensitiva y la callada; la que en un pueblo de voces no habla y cuando lo hace, su voz se vuelve fantasma de sí misma".

Cuando se casa al final con Pedro Páramo, Susana se convierte en un mundo sin comunicación con otro mundo, también sin comunicación, que es Pedro. Toda la vida de Susana, advierte Castro Pallares, con su nuevo esposo es de resistencia, de rechazo; es casi una repugnancia, Y por otra parte, para el villano de la novela, Susana es lo único que no ha podido tener, aunque la haya poseído muchas veces. Susana es un muro ante el cual todo se desmorona, contra el que se desmoronó Pedro, para convertirse en un hacinamiento de piedras.

Desasida del mundo, si es que puede llamarse "mundo" el no mundo de la Media Luna; inmersa solamente en el paraíso poético que le creo el autor de la novela, Susana se convierte en la Esfinge que más le cuadra, porque es el símbolo de la muerte, la Eritnia fatal.

Nada como leer el libro de Pedro Páramo para entender estos paralelismos que presento, y que provienen de un escritor que, en cierto modo, profetizó el fin del caciquismo, que es la dictadura del hombre, para salvar al país que demanda, no tiranos sino gobernantes bienhechores y justos. Los Pedro Páramos han quedado fuera de la historia mexicana pero como en la novela, es una poesía de altos vuelos que nos hace experimentar los hechos en toda su expresión literaria.

No me digan cuántos la van a leer. Leánla, sólo leánla.

DON RENATO PURAFACHA
Martes 26 de Enero del 2010

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