sábado, 9 de enero de 2010

-VI- MI TÍO JULIÁN Y MIS OTROS TÍOS Y MIS TÍAS

Como todos los niños de mi época, y aún los actuales, le tenía miedo a mi papá. Mi mamá era diferente; muy inteligente para los negocios, pero muy celosa respecto a papá. Y, luego que mi papá no se escondía, porque esas mañas no las tenía, y porque tampoco, hoy lo descubro, no quería ser un hipócrita. Así que pensaba-me lo imagino-que no tenía ningún otro significado, que la amante o la querida, no era la mujer para toda la vida.

Y mi mamá vivió con él hasta que se cansó. Después tuvo otro marido, y mi padre otra mujer y la separación me agarró cuando estaba estudiando en México, porque cuando regresé, después de algunos años, cada quién vivía en casas diferentes y opté, en principio, vivir con mi madre que, durante mi estadía en la ciudad de México, se portó muy bien conmigo, no sólo apoyándome y entusiasmándome para que no dejara los estudios, sino que a través de aportaciones económicas, que muchas veces me sacaron de apuros, sobre todo, después de haberme separado de mis tíos, Catarino y Amalia, quienes fueron mis padres putativos y me enseñaron su arte, y su comicidad, para debutar en el teatro-carpa, a tan precoz edad.

Mi papá blanco o "güero" como le decían sus amigos y mucha gente del barrio, además alto y con una labia que lo hacía diestro para manejar no sólo a las personas, sino los negocios. Si al principio fue el arte, después fue el comercio: tlapalerías, textileras, autobuses locales y foráneos, y baños públicos.
-Nada más te faltó poner panaderías y hoteles, le dije una vez.

El se rió y su carcajada aún resuena en mi cabeza, pues a pesar de tantos años, tuvo un significado para mí, al subrayar que "después del diablo, el comercio"

Durante mi niñez no pude escaparme de la influencia de mi padre revolucionario, sobre todo, cuando me enseñó a tirar con una 44, que guardaba desde los años de Madero. Dos o tres pistolas, un 30 30, un Remigton y un mauser, además de las diferentes bayonetas y cuchillos, porque mi papá fue soldado maderista, de los que andaban a pie y se rajaban la vida, con cualquier arma, que en sus manos abría carnes u hoyos.

Le temía porque, aunque no se encolerizaba, me daba mis buenas nalgadas o se quitaba el cinturón y me golpeaba de lo lindo la espalda. O cuando me ordenaba que pusiera las manos, como uno de los maestros que tuve, para recibir los reglazos, que me ponían rojas las carnes y que tenía que aguantarme, por si las dudas. No quería enfurecerlo más

Pero lo quise a pesar de esos exabruptos, a pesar de esas golpizas, a pesar de todo. Y para recompensar un poco su malestar, que sin duda le quedaba después de esos escarmientos, me daba dinero para ir a los toros, en compañía de mi tío Pepe, quien era muy aficionado a la fiesta brava. Una vez me llevó a México y ví al matador Alberto Balderas, ser empitonado, y morir casi enseguida. Luego tuve un primo que siguió, por un tiempo, las tientas para hacerse novillero. Pero a mí no me dio por esas cuestiones, pues ya lo traía en la sangre: y era por la música y el teatro.

Sólo y con la ayuda de Catarino y Amalia pude pisar el tablado de la carpa y seguir en la carrera que, desde niño, me había propuesto. Carrera que no fue muy exitosa, porque no le daba el tiempo completo , y el teatro es de todo el tiempo y de toda una vida.

Pero tuve mis cosas y no me arrepiento, porque al mismo tiempo que crecía mi familia, tuve que entrar de lleno al periodismo, que había estudiado durante un curso especial que promovía LA PRENSA, para todo aquel chaval que quisiera llegar a ser periodista.

Tantas cosas que contar pero que me hacen perder la brújula de la narrativa sobre la revolución mexicana y la intervención de mis tíos. Ahora, porque estaba mi papá y de buenas como se decía, le pregunté sobre su vida de revolucionario y a que grupo pertenecía:

-Mira, hijo, forme parte de un club antirreelecionista en donde se hablaba de un cambio de gobierno y sobre todo, se discutían los planes que nos llegaban, ya fueran de los hermanos Flores Magón o de Madero. El plan de San Luis y el sufragio efectivo, no reelección, fueron admitidos como documentos que nos abrieron las puertas para la confrontación directa con el gobierno de Porfirio Díaz. Ya un vejete quería seguir gobernando con un gabinete de carcamanes, que no tenían ninguna idea de lo que significaba la democracia ni por qué debía cambiar el país.

- Teníamos muchos problemas, con el ejército que siempre ha servido para reprimir a los más pobres, y luego las huelgas de Cananea, donde hubo muchos muertos y de Río Blanco, además de las arengas que recibíamos a través de un periódico que editaba Ricardo, que ya no recuerdo su nombre, y que nos servía de bandera para seguir en la lucha.

Porfirio seguía pensando gobernar hasta muerto, porque tal idea, se le reconcentraba en su mente, según lo decía mi padre. Eso era una pura ilusión si ya de ochenta y tantos años, carecía del talento y la habilidad para hacerlo, ¿te imaginas de muerto? ¿Cómo le hubiera hecho?.

En otra ocasión, después de la comida, cuando tenía tiempo de reposarla, porque no siempre podía, me contó los adelantos de la revolución que estaban firmados pára el 20 de Noviembre de 1910 y que se habían adelantado en Puebla y en otro estado del Norte.

-Lo de Puebla, porque estaba cerca de la capital, nos alarmó a todos, sobre todo por la muerte de Máximo y Aquiles, que habían estado en muchas de las juntas del club capitalino. Y porque sabíamos que ya no había marcha atrás. Así que me fuí para la casa y encampané a mis hermanos, Pepe y Julian, para que me acompañaran. Luché un poco con ellos y al final gané mi primera victoria. Se iban conmigo y en menos de 24 horas debíamos partir.

Así que, por la noche y al otro día, ayudamos a guardar las cosas, despedirnos de nuestros padres, e ir a una armería gringa, que vendía pistolas, rifles y parque. No teníamos mucho tiempo, las cosas y la situación estaba ya caliente. En unas pocas horas se oirían los primeros disparos, y las muertes primeras de nuestros héroes ya olvidados, surgidos de ese pueblo campesino, que no tenías educación y si dignidad, como la de nuestros primeros indígenas que dieron motivo a que Fray Bartolomé de las Casas, los defendiera como lo que eran: hombres semejantes a los europeos, que nos habían invadido, y que tenían alma y...

Se interrumpió su aparte, cuya causas no las recuerdo. No se si llegó mi madre para servirnos más café o agua de horchata, que tanto gustaba tomar en casa. Trunco pues su relato, esperaba alguna otro oportunidad que ya no se dio: tenía que regresar a la capital, pues el tiempo de vacaciones habían concluido.

Mi madre, que había nacido en 1915, no supo nada de la Revolución salvo lo que le contaron, pero sí de las asonadas, y del triunfo de los sonorenses que llegaron a gobernar a México a partir de 1920, si no mal recuerdo. De la muerte de Francisco Villa, cuyo nombre era de Doroteo Arango, en 1923. y después el comienzo de los asesinatos de los generales que aspiraban encabezar los gobiernos federal, como Arnulfo Gomez y Francisco Serrrano y luego el asesinato del caudillo Alvaro Obregón, a manos de un fanático de la iglesia católica, León Toral, aunque en la calle se decía que Calles había tomado esa decisión Y luego el ascenso de los alfiles, después del gobierno de Plutarco Elías Calles, que seguía gobernando tras el trono hasta el periodo de Lázaro Cárdenas del Río, que siendo presidente socialista, acabó con el caudillaje de Calles, hizo socialista a la educación, y creo las primeras centrales obreras y le dió, al presidencialismo, el estatus que goza hasta el presente.

Todo eso y hasta su muerte lo supo mi madre pero no se metió de lleno a la política. Apoyaba las causas y a veces con dinero, pero nunca como miembro activo. Sólo le interesaban sus negocios que, por su parte le habían dado buen dinero.

Después de ser dueña de muchos negocios murió sin ninguno. Los repartió y durante el tiempo que vivió lo hizo en una casa, que había sido suya, y que ahora le pertenecía a su nuera, porque el hijo menor, del segundo matrimonio, se había casado con ella, y divorciado posteriormente, pero como tenía dos hijos, subastó la casa a su nombre.

DON RENATO PURAFACHA
Sábado 9 de Enero del 2010

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